Tienen una vida de 1.000 años y se producen entre medio y un billón anual.La bolsa plástica es símbolo de la comodidad: nos sirve, entre cientos de usos, para acarrear el mercado y una gran variedad de productos, como recipiente de la basura y bolsa de playa, y, también, para recoger las gracias del perro. Infortunadamente, este adminículo disponible y de enorme utilidad es, también, símbolo de la degradación ambiental.
Las bolsas plásticas, con su gran ubicuidad, han invadido todos los rincones de la Tierra. Las vemos en los parques públicos y en las calles; en medio de la campiña, el desierto y la tupida selva; engarzadas en la rama de un árbol o en un cable de luz; flotando en el aire y vagando por los ríos, quebradas, lagos y mares. De acuerdo con la Sociedad Océano Azul para la Conservación del Mar, 46.000 pedazos de basura plástica flotan en cada milla cuadrada de superficie del mar, y cerca de 100.000 mamíferos marinos y un millón de aves mueren anualmente al ingerirlos o quedar atrapados en su trama.
Lo más grave es que las bolsas de plástico, fabricadas fundamentalmente a partir de petróleo y gas, tienen una vida estimada de 1.000 años, antes de romperse en pequeñas partículas tóxicas. Así, la invasión de esta basura presenta una alarmante senda de acumulación hacia el futuro: de acuerdo con la Agencia Ambiental de los Estados Unidos, en la actualidad se producen en el mundo entre 500.000 millones y un billón de bolsas de plástico por año.
Algunos países han intentado la disminución voluntaria de su uso por parte de los consumidores y comerciantes, incluyendo su reemplazo por sustitutos. El fracaso ha sido colosal: así, por ejemplo, en los Estados Unidos, su utilización se multiplicó por cinco entre los años 1980 y el 2005, hasta ascender hoy a 100.000 millones de bolsas plásticas anuales, de las cuales solo se recicla el 1 por ciento; el resto va a parar a los rellenos sanitarios o a contaminar el espacio que nos circunda.
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Hace 12 años
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